¿Quién fue Violeta Parra?
Violeta del Carmen Parra Sandoval, mejor conocida como
Violeta Parra, fue una cantautora, pintora, escultora, bordadora y ceramista chilena, considerada por muchos la folclorista más importante de Chile y fundadora de la música popular chilena.
Su aporte al quehacer musical y artístico chileno se considera de gran valor y trascendencia. Su trabajo sirvió de inspiración a muchos artistas posteriores, que continuaron con su ardua tarea de rescate de la música del campo chileno y las manifestaciones constituyentes del folclore del país y de Latinoamérica.
Sus composiciones han sido elogiadas por críticos de todo el mundo, tanto por su compleja elaboración musical como por sus letras poéticas, ingeniosas y socialmente comprometidas. Canciones de su autoría han sido versionadas por gran cantidad de artistas.
Niñez, Juventud y Vida Familiar
Violeta era hija del profesor de música Nicanor Parra Parra y de la campesina y cantora popular Clarisa Sandoval Navarrete, tuvo cinco hermanos y dos medio hermanos.
Existe controversia sobre su lugar de nacimiento. La Municipalidad de San Carlos afirma, en su sitio oficial y un cartel a la entrada de la ciudad, ser “la cuna de Violeta Parra” y la casa ubicada en la calle El Roble #531-535 fue declarada monumento histórico en 1992 porque supuestamente allí nació la cantante.
En cambio, la familia de Violeta Parra no ratifica este dato y en el sitio de la Fundación Violeta Parra se afirma que la folclorista nació en San Fabián de Alico, localidad ubicada al interior de San Carlos. Por otro lado, Isabel Parra, presidenta de la institución en honor a su madre, apoyó en 2013 la casa de San Carlos al afirmar que ella “será una sucursal de la fundación en el sur”.
Su infancia transcurrió principalmente en el campo. Entre 1919 y 1921, la familia residió en Santiago, pero regresó ese mismo año al sur, a Lautaro; después se trasladó a Chillán y finalmente se instaló en Villa Alegre.
Su madre se afanaba sobre la máquina de coser para cooperar a la mantención de la numerosa familia. Violeta sufría continuamente de enfermedades, incluyendo un ataque de viruela a los tres años. Mientras mejoraba, se divertía junto a sus hermanos en las aguas del vecino río Ñuble y en los aserraderos y barracas del sector.
Los niños revelaron precozmente su inclinación al espectáculo. Imitaban a los artistas de los circos que se instalaban en las proximidades del hogar. Se disfrazaban con atuendos de papel; Violeta y su hermano Lalo, cantaban a dúo y montaron varias representaciones por las que cobraban entradas a los niños. Violeta empezó a tocar la guitarra a los 9 años, mientras que a los 12 compuso sus primeras canciones.
Realizó los cursos primarios y estuvo un año en la escuela normal, que abandonó para trabajar en el campo y ayudar a su familia debido a que su padre enfermó gravemente. Los hijos de la familia lucharon por sobrevivir saliendo a cantar en restaurantes, posadas, circos, trenes, campos, pueblos, calles e incluso burdeles.
Los problemas económicos se agravaron cuando el padre falleció en 1931 y, al año siguiente, Violeta se fue a vivir a Santiago invitada por su hermano Nicanor, que estudiaba allí.
Retomó los estudios en la Escuela Normal de Niñas, donde no se sintió a gusto, porque era el canto y no la escuela lo que le interesaba. Por eso, la dejó y comenzó a cantar en bares, quintas de recreo y pequeñas salas de barrio junto con su hermana Hilda, en un dúo de música folclórica llamado
Las Hermanas Parra, con lo que tenía una fuente de ingresos.
En 1935 su madre y hermanos llegaron a Santiago y se instalaron en la comuna de Quinta Normal.
Inicios de Violeta Parra en la Música
En 1937 Violeta inició su carrera artística en el restaurante
El Popular de Avenida Matucana, interpretando boleros, corridos, cuecas, rancheras y tonadas junto con sus hermanos Clara, Eduardo, Hilda y Roberto. Luego haría lo mismo en
El Tordo Azul, ubicado enfrente. En ambos conoció a Luis Cereceda, empleado ferroviario de la Estación Yungay, con quien se casó un año después y tuvo dos hijos: Ángel e Isabel, quienes se convirtieron en destacados músicos y adoptaron el apellido materno al ingresar en el ambiente artístico.
El matrimonio no tardó en presentar inconvenientes, dado el carácter inquieto y lleno de distracciones de Violeta, que cantaba en botes del puerto, se presentaba en radios y se había unido a un grupo de teatro. Se separaron en 1948, pero antes, Cereceda, que milita en el Partido Comunista, iniciaba a Violeta en la actividad política y ambos participan ayudando en la campaña presidencial de Gabriel González Videla (1946).
En 1949, nació su hija Carmen Luisa Arce Parra y ese mismo año contrajo matrimonio con el padre de la niña, Luis Arce. En 1952, nació su hija Rosita Clara, quien falleció dos años después. En la misma época, editó sus primeros discos junto con su hermana Hilda, para el sello RCA Victor. Se trataba de grabaciones en formato single de canciones populares chilenas, como
El Caleuche,
La cueca del payaso y
La viudita. El dúo funcionó de manera constante hasta 1953.
A principios de la década de 1950, comenzó su extensa labor de recopilación de tradiciones musicales en diversos barrios de Santiago y por todo el país. En estas andanzas, conoció a diversos poetas, incluyendo a Pablo Neruda y Pablo de Rokha.
Trayectoria y Legado
Su hermano Nicanor la estimuló a asumir con personalidad propia la defensa de la auténtica música chilena, en contra de los estereotipos que hasta ese momento se manejaban.
Es así como su repertorio —hasta entonces basado en boleros, cantos españoles, corridos mexicanos y valses peruanos— pasa a las canciones más tradicionales del campo chileno, que le permiten descubrir los valores de la identidad nacional como ningún otro artista lo había hecho antes.
Esta labor de recopilación está plasmada en más de tres mil canciones, reunidas en el libro Cantos folclóricos chilenos y sus primeros discos en solitario, editados por EMI Odeon.
En 1953 grabó los exitosos sencillos
”Casamiento de negros y
”Qué pena siente el alma, que se convirtieron en dos de sus canciones más conocidas. Al año siguiente, mantuvo en la Radio Chilena el programa
Canta Violeta Parra, y ganó el Premio Caupolicán a la folclorista del año, lo que le valió una invitación para presentarse en un festival juvenil en Varsovia, Polonia. Aprovechó este viaje para recorrer la Unión Soviética y partes de Europa.
Fue particularmente provechosa su estancia en París, ya que allí grabó sus primeros larga duración (
Guitare et chant: chants et danses du Chili, editado en 1956, y una serie de canciones grabadas que se editarían en diversas compilaciones posteriormente), que incluían exclusivamente canciones recopiladas del folclore chileno. El éxito obtenido en Europa era inédito para cualquier artista chileno, y Violeta se llenó de inspiración y creatividad. Fue en París que se enteró de la muerte de su hija Rosita Clara.
En 1957 regresó a Chile y en noviembre se va con sus hijos Carmen Luisa y Ángel a Concepción, contratada por la universidad penquista. Allí funda, al año siguiente, el Museo Nacional del Arte Folklórico y posteriormente regresa a Santiago.
Cuatro discos suyos aparecieron en ese período (
Canto y guitarra, 1957;
Acompañada de guitarra,
La tonada y
La cueca, todos de 1958), en la etiqueta de EMI Odeon, con varias de sus primeras composiciones. Acá asomaba la cantante preocupada de temas sociales (
”Yo canto a la diferencia”), la brillante constructora de décimas y composiciones poéticas (Verso por desengaño) y la musicalizadora de poemas (
”Cueca larga de los Meneses”, de su hermano Nicanor).
Los discos se grabaron con el mínimo acompañamiento de una guitarra de madera, y en la actualidad se encuentran descontinuados, al igual que su álbum editado en Argentina (donde se censuró su polémica canción social
”Por qué los pobres no tienen") y el álbum
Toda Violeta Parra, lanzado en 1960.
Además, su actividad artística se diversificó: trabajó en cerámicas, pinturas al óleo y arpilleras. Trabajó un tiempo en un museo de arte popular y folclórico que ella misma fomentó a crear en la Universidad de Concepción y luego viajó por casi todo Chile, ofreciendo cursos de folclore y recitales.
Últimos años y Legado artístico
En junio de 1965, Violeta regresó a Chile. A fines de ese año, en la esquina de avenida La Cañada con Toro Zambrano en la comuna de La Reina, instaló una gran carpa con el plan de convertirla en un importante centro de cultura folclórica, junto con sus hijos Ángel e Isabel y los folcloristas Rolando Alarcón,
Víctor Jara y Patricio Manns, entre otros. Pese a su sueño de convertir la carpa en un referente para la cultura de Chile, la respuesta no fue muy motivadora y el público no la apoyó.
El final de su relación con Gilbert Favre, quien se marchó a Bolivia en 1966, originó una de sus canciones más conocidas,
”Run Run se fue pa'l norte”, y la dejó en un estado de ánimo muy vulnerable.
Lanzado en 1966 y grabado junto con sus hijos y Alberto Zapicán, el disco
Las últimas composiciones incluye sus himnos humanitarios
Gracias a la vida y
Volver a los 17, además de otras canciones importantes y conocidas, como
El rin del angelito,
Pupila de águila,
Cantores que reflexionan y
El Albertío.
Gracias a la vida ha sido interpretada por artistas como
Mercedes Sosa,
Raphael y
Pedro Vargas, y
Volver a los 17, por
Joan Manuel Serrat, Milton Nascimento, Franco Simone y muchos otros.
Tras intentos fallidos, Violeta Parra se suicidó a los 49 años en su carpa de La Reina a las 17:40 del 5 de febrero de 1967. Una capilla ardiente se levantó en su carpa y sus funerales se llevaron a cabo dos días más tarde, cuando fue enterrada en un nicho de la galería 31 del Cementerio General de Santiago.
Mientras que para muchos resulta paradójico que la autora de
Gracias a la vida, un himno a la existencia, se suicidara un año después de escribirla, otros críticos de su obra perciben en la letra, en el estilo de musicalización, en los tonos usados y en la monotonía de sus temas el reflejo de un estado de ánimo depresivo y una canción de despedida.
Violeta Parra dejó una gran cantidad de música inédita, que se ha ido conociendo después de su muerte. Sus
Décimas autobiográficas (ya editadas en libro), que habían sido grabadas con voz de Violeta, fueron recopiladas en un Long Play editado por Alerce en 1976 (después ampliadas en
Décimas y centésimas); Warner Music Chile sacó en 1999 el concierto que dio en Ginebra (
Violeta Parra en Ginebra) y sus peculiares
Composiciones para guitarra.
Además del gran legado de sus propias grabaciones, Violeta Parra ha sido versionada por una innumerable cantidad de músicos chilenos, entre los que se cuentan
Víctor Jara, Quilapayún, Illapu, Patricio Manns, Los Jaivas, Inti Illimani.
Un tributo rock producido por Álvaro Henríquez con la participación de artistas como Los Bunkers, Pettinellis, Lucybell, Javiera Parra (su nieta), Chancho en Piedra y Juanita Parra (baterista de Los Jaivas) que vio la luz en 2001 con el título de
Después de vivir un siglo. Incluso baladistas populares como Myriam Hernández, Gloria Simonetti y Luis Jara han incorporado la música de Violeta en sus repertorios.
Un aporte importante a la música es el rescate de la tradición musical chilena por parte de Violeta: el canto a lo divino (
El rin del angelito,
Verso por una niña muerta, por ejemplo), el lamento mapuche (
Qué he sacado con quererte), sus canciones nortinas, sin dejar de lado su gran sensibilidad social, como en
Mazúrquica modérnica,
Rodríguez y Recabarren y
La carta, entre otras.
Cabe destacar en el legado musical de Violeta sus interesantes composiciones instrumentales para guitarra, donde conjuga folclorismo y modernidad.
Muerte
El 5 de febrero de 1967, Violeta Parra se suicidó usando un revólver para quitarse la vida. Algunos aseguran que fue víctima de una profunda depresión. Las razones tal vez nunca se sepan, pero su legado artístico permanecerá por siempre.
La muerte de Violeta Parra sorprendió a su familia y al mundo. Jamás imaginaron que la autora del tema “Gracias a la vida” se suicidaría.