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Tragaluz, ventana abierta, empiezo a observar a los ancianos del principal. Están bailando cuando él pide hablar. “¿Y si yo, después de hacerse la oscuridad, espero poder ver esa luz, la que te anuncia que es el acto final? ¿Y si no se abre el telón, y todo se apaga? Sería absurdo, como llegar a un hotel con puertas cerradas, ni bienvenidas… nada… nada. ¿Seré capaz de poderte avisar? Como el ruido sin aire, ¿qué haré?” “Nada. Resignarte sin más. Son así los ciclos de soledad.” Tragaluz. Y esa ventana que da a un mundo exterior. Sigue cerrada por semanas, y al fin nos encontramos de manera casual. Y al preguntar si está más animada, inspira y dice que al irse él entraron tinieblas. Son mudas, densas. Y es que incluso al abrir, ventanas y mantas, o debajo de las sábanas… nada… nada… La nada un rey que le prohíbe chillar. Justo en aquel instante callé. Nada es lo que dije, si en mi generación el “para siempre” es “casi” y en “nada”se quedó. Ya no hubo un encuentro más. Creí que ahora vivía con un familiar, y no, los vi en dos mil portadas Fue un caso singular. Leí que se llevaron cien millones de un banco, y sí, la cámara blindada brilló. Y todo había salido genial. Quién sabe dónde andarán…