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Sacaste apenas un naipe, pero era el que sostenía el castillo. Nuestro amor cedió por las costuras y se abrió la soldadura en los anillos.
Quedamos a la intemperie sin un “tal vez” que nos resguardara. No quedó ni una primavera que de golpe no se hubiera vuelto cara.
Las cartas caían, el tiempo sangraba, Y toda estructura de toda poesía se desmoronaba.
La casa era endeble, el techo se hunde, y tú y yo abrazados, salvando los muebles en pleno derrumbe.
Cae la mesa, caen las sillas, cae la cama y se hace astillas, caen los cuadros, los floreros, los zapatos, los platos, percheros… Caen fotos, controles remotos, cuadernos, la ropa de invierno, los hijos, los besos, los cuernos… Cepillos de dientes, Los planes pendientes…
Sacaste apenas un naipe, pero era el que sostenía el castillo.